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EVOCAR es un conjunto de cinco instalaciones
audiovisuales que inciden en la metáfora, en la experiencia
de evocar. Cinco espacios pintados de negro, oscuros, en los que
se proyecta y se emite una luz y unos sonidos hipnóticos,
una experiencia inquietante de luces y sombras, de voces y enmudecimientos,
una penumbra desconcertante que evoca misterio, aproximándonos
al momento inesperado, al del asombro, al de la sorpresa, apelando
a la curiosidad, y sin poder evitar albergar un cierto recelo al
no saber lo qué sucede, al entablar un diálogo, una
interacción con aquello que nos seduce pero que nos es extraño
al no poderlo abarcar, al no poderlo comprender, generándose
una inquietante duda, al percibir tan sólo rendijas por las
que intuimos hay algo más. Cinco espacios que se abren y
se expanden hacia el infinito, al evocar, al sugerir, al insinuar,
al negar el origen del que parten; la realidad, para presentarnos
cinco ficciones.
La experiencia de EVOCAR se refiere al instante en el que extrañamos
el mundo; lo que tenemos enfrente de nosotros. En cada una de las
cinco instalaciones la persona es acompañada al marco, al
dintel, a la puerta, para que a partir de ahí y persuadido
por dos realidades; la sonora y la visual continúe su trayecto
hacia lo evocado, transcendiendo la realidad inmediata. La persona
es el protagonista, el medio por el que transita la metáfora,
él mismo es la realidad física que trascender, a quien
renunciar para dirigirse a quien no se es, a la imagen figurada.
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EVOCAR persuade, invita, seduce,
las cinco instalaciones tienen en común que el sonido aparentemente
está disociado de la parte visual, esta simulada diacronía
es intencionada, la persona, el explorador, experimenta un juego
entre proximidades, alterna poder sentirse más próximo
a la realidad sonora y extrañar la visual o a la inversa,
es necesario este contraste para escenificar el alivio de la proximidad
y la angustia de aquello que nos es extraño.
La diacronía como recurso para partir de un lugar seguro
y cuyo recuerdo nos acompaña en el inicio de nuestra viaje
hacia aquello que desconocemos, hacia el misterio, alternándose
el alivio y la angustia en el tránsito hacia lo evocado,
hacia aquello a lo que aproximarnos.
Gracias a que tanto la parte visual como la sonora son ficticias
rendijas, dinteles que invitan a ser cruzados, propician que este
aproximarse nunca finalice, ya que jamás se alcanza el otro
lado, alimentando la esperanza de conseguirlo, volviéndolo
a intentar.
Ambas experiencias; la visual y la sonora dibujan una línea
sinusoidal, ellas mismas se aproximan coincidiendo en un punto para
alejarse, para distanciarse, siendo metáfora de este vaivén
de la propia experiencia de evocar que la persona experimenta en
primera persona.
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