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“INTACTO” es un enorme
espacio cubierto de lodo por el que ha de caminar la persona que
experimente la instalación. Un inmenso barrizal que se humedece
diariamente, variando su aspecto.
Al pasear por esta superficie inestable la persona permanece en
vilo al no poder saber si se va a hundir más de lo imaginado,
al desconocerlo aparece el miedo a ensuciarse, a salpicarse, a avergonzarse
por estar sucio, corriendo el riesgo de alterar lo intacto, su propia
imagen, la instalación es una enorme amenaza que atenta los
rígidos patrones de conducta en los que nos han educado,
estabilidad que si es perturbada desencadena una serie de comportamientos
obsesivos en los que la persona concentra toda su atención,
sancionándose por haber permitido equivocarse, reproches
cargados de rencor, de rabia, de impotencia, de intolerable frustración.
“INTACTO” es una metáfora del pavor a la inestabilidad,
a emociones resbaladizas que nos hundan al contrastarnos, al compararnos
con la inmensidad que tenemos enfrente nuestro, lo otro y que nos
empequeñece al extrañarla. Bajo una aparente belleza
de reflejos, de bucólicos charcos, tras luces delicadas y
sutiles se esconde un peligro que amenaza nuestra imagen intacta
que hemos de conservar. |
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“INTACTO” con su presencia
nos advierte que esa imagen no es posible preservarla inalterada.
Los pliegues, la manera de comportarse del barro, la textura orgánica
que le caracteriza nos da la impresión de que esté
viva dando la sensación de que puede trepar hasta atraparnos
impidiéndonos huir. Miedo a ensuciarnos, a pisar el lodo
y percibir cómo se va hundiendo el pie, desplazando el agua
que contiene el barro, salpicándonos nosotros mismos, una
instalación que atraería a un niño, saltando,
jugando con los charcos, experiencia que no le está permitida
a un adulto, inhibiéndole, manteniendo un comportamiento
precavido ya antes de entrar. Una instalación que atenta
a la obsesión por conservarlo todo intacto, revelando nuestra
intransigencia hacia con nosotros mismos y hacia con los demás,
evidenciando nuestra intolerancia a la frustración, como
al fracaso, ambas sensaciones asfixiantes que nos arrinconan, que
nos avergüenzan, que nos rebajan, que nos hunden aún
más en un ficticio denso lodo.
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