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Son un conjunto de doce vídeo-instalaciones,
la suma del vídeo y del audio conforman una composición
inquietante, la sucesión de imágenes son tomas de
paisajes ralentizadas y distorsionadas, planos fijos que mantienen
el equilibrio entre lo móvil y lo inmóvil, encuadres
que actúan a modo de ventana, distorsiones que buscan el
protagonismo en los destellos de luz, en los reflejos, en el desenfoque,
en la repetición del movimiento dando la impresión
de invariabilidad, de siempre lo mismo.
El audio capturado en lugares diferentes al de las imágenes
pero pertenecientes al mismo entorno y además a horas distintas,
provoca extrañeza, irrealidad, al no existir una relación
con la parte visual, diferenciándose claramente ambos componentes
de la vídeo-instalación, enmarcando la ficción,
el encuentro y el desencuentro con lo que tenemos enfrente nuestro,
exagerando lo ilusorio, escenificando al otro, a nosotros, doce
vídeo-instalaciones como anuncio de lo que hay enfrente nuestro
que actúa a modo de espejo de nosotros mismos, de nuestra
perplejidad, recordándonosla, trayéndola a la memoria.
Al igual que la parte visual, la parte sonora ha sido distorsionada,
manipulada.
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Cada una de las proyecciones está
insertada en un fondo negro, a modo de umbral, de marco, elemento
que ayuda a aumentar la ficción, lo ilusorio de la instalación.
Semejanza y desemejanza se suplantan, se encuentran y se distancian,
se sacrifican, a modo de ciclo, les separa la diacronía al
no existir correspondencia entre lo que se ve y lo que se oye y
les une la sincronía de la inquietud que comparten. Superada
la resistencia de la semejanza, sacrificada, nos sumergirnos en
la inquietud de luces y sonidos, tomando protagonismo la fantasía,
la insinuación de lo que evocan las doce vídeo-instalaciones;
la perplejidad del estar en el mundo, asombrados, conscientes de
la incertidumbre de estar desubicados en el claro, siendo un lugar
la extrañeza desde donde tomar conciencia de nuestra presencia
real.
+ 1 vídeo
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